
Dicen que la realidad a veces supera la ficción, pero en el caso del coronavirus y esta novela publicada hace 40 años ocurre justo lo contrario.
En 1981 el prolífico autor estadounidense Dean Koontz (Pensilvania,
1945) publicó The Eyes of the Darkness, una novela en la que hablaba de
un virus fabricado en un laboratorio y con origen en Wuhan. Entonces
puede que pocas personas supiesen de la existencia de esta ciudad china.
Hoy en día todo el mundo la conoce como el epicentro del coronavirus.
Ese que ‘predijo’ Koontz en su libro con un final que, por el bien de la
humanidad, mejor que sea pura ficción.
Desde hace unos días circula en redes sociales la historia de esta
novela de ficción que ha cobrado protagonismo 39 años después de ver la
luz. Fue en 1981 cuando Koontz lazó al mundo su propio y ficticio
coronavirus. Se trataba de virus altamente contagioso y peligroso que se
extendía con una rapidez pasmosa y consecuencias nefastas para el ser
humano a nivel mundial convirtiéndose en lo que precisamente temen las
autoridades sanitarias, una pandemia.
Las diferencias, obviamente, son muchas y, todo sea dicho, ventajosas
para el mundo real. En The Eyes of the Darkness (Los ojos de la
oscuridad) el autor pintaba un escenario en el que el virus creado por
un científico chino llamado Li Chen, como señalan en El Heraldo de
Aragón, era bautizado como Wuhan-400 por haber sido elaborado en un
laboratorio de esta ciudad china.
Descrito en sus páginas como una “poderosa arma biológica” y como el
“arma perfecta”, no podía sobrevivir fuera del cuerpo más de un minuto
-el coronavirus real sí- y solo afectaba a seres humanos. Su virulencia
es tal que un personaje llega decir que es peor que el ébola y su
periodo de incubación es mucho más reducido que el del coranavirus.
“Por un lado, una persona puede convertirse en portador infeccioso
solo cuatro horas después de entrar en contacto con el virus -un periodo
relativamente corto-; y una vez infectado, nadie vive más de 24 horas.
La mayoría muere en doce”, recoge El Heraldo de Aragón en un fragmento
extraído de las páginas del libro.
En cuanto a los síntomas, el coronavirus se asemeja a una gripe,
mientras que el ideado por Koontz afecta al tejido cerebral liberando
una toxina que hace que la persona infectada acabe perdiendo el control
de todas la funciones automáticas de su organismo como el bombear sangre
y respirar.
De ahí que el Wuhan-400 tenga una tasa de mortalidad del 100%,
mientras que la del coronavirus es mucho menor. Se calcula que en China,
donde más afectados y fallecidos hay, es de entre un 2 y un 3%.
Es la mortalidad del virus ficticio lo que provoca el fatal desenlace para la humanidad en las páginas escritas por Koontz. Aquí va el SPOILER: en la novela, donde no encuentran una cura para el virus, solo hay una persona que logra sobrevivir al mismo. Responde al nombre de Danny y es “el único superviviente habido hasta la fecha”. (Tomado de Cubasí)